La dieta mediterránea fue declarada en 2010 Patrimonio inmaterial de la Humanidad por la Unesco y es el conjunto de hábitos alimenticios que han seguido, durante milenios, las poblaciones ribereñas del mar Mediterráneo. Consiste en una variada y sabia mezcla de alimentos, combinados de manera tan peculiar que proporciona todos los nutrientes necesarios para una vida sana. En este resultado final, es fundamental el protagonismo del aceite de oliva, eje fundamental en torno al cual se elaboran la mayoría de los platos de la dieta mediterránea. Esta importancia del aceite de oliva es indiscutible y depende de sus muchas virtudes, tanto gastronómicas como saludables. Nutricionalmente su mérito está avalado por ser el aceite de oliva, el alimento que aporta más calorías a nuestra dieta, por lo que es el elemento clave que permite calificar de dieta mediterránea a las costumbres culinarias de países tan diferentes como la península Ibérica o el Oriente próximo. Podríamos decir que la dieta mediterránea no existiría sin el aceite de oliva, ya que sin él, no podríamos elaborar la mayoría de los platos de la dieta mediterránea. El aceite de oliva es un valioso alimento, por su riqueza en varios componentes, entre los que destaca el ácido oleico, el ácido graso monoinsaturado más importante de la dieta. El aceite de oliva es el único producto natural sobre la tierra que está constituido, en su gran mayoría, por este ácido graso. Gracias a nuestro aceite, los menús de nuestra dieta son una equilibrada mezcla de productos, donde todo el mundo conserva las propiedades nutritivas, aportando sus mejores fuentes calóricas, sus proteínas, vitaminas, minerales y otros micro nutrientes. Un buen ejemplo de esto es la tradicional y saludable costumbre de desayunar pan y aceite o la utilización de aceite de oliva en la preparación de la repostería tradicional.